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La Mezquita de Córdoba se construyó entre 786 y 988 en cuatro fases, y fue consagrada como catedral en 1236. Joya del arte hispano-musulmán, la Mezquita, con sus columnas, arcos dobles y mosaicos bizantinos, es el ejemplo principal del patrimonio que el califato Omeya ha dejado en la península Ibérica. Hoy en día, en el centro del catedral, se alza una capilla mayor y crucero gótico-renacentistas del siglo XVI, y por los muros exteriores se encuentran numerosas capillas.

El lugar que hoy ocupa nuestra Mezquita-Catedral parece haber estado, desde antiguo, dedicado al culto de diferentes divinidades. Bajo dominación visigoda se construyó en este mismo solar la basílica de San Vicente, sobre la que se edificó, tras el pago de parte del solar, la primitiva mezquita. Esta basílica, de planta rectangular fue compartida por los cristianos y musulmanes durante un tiempo. Cuando la población musulmana fue creciendo, la basílica fue adquirida totalmente por Abderraman I y destruida para la definitiva construcción de la primera Mezquita Alhama o principal de la ciudad. En la actualidad algunos elementos constructivos del edificio visigodo se encuentran integrados en el primer tramo de Abderraman I.

La gran Mezquita consta de dos zonas diferenciadas, el patio o sahn porticado, donde se levanta el alminar (bajo la torre renacentista), única intervención de Abd al- Rahman III, y la sala de oración o haram. El espacio interior se dispone sobre un concierto de columnas y arcadas bicolores de gran efecto cromático. Cinco son las zonas en las que se divide el recinto, correspondiendo cada una de ellas a las distintas ampliaciones llevadas a cabo.

El inicio de su construcción se debe al primer emir omeya de Córdoba, haciéndose sobre el emplazamiento de la basílica visigoda de San Vicente Mártir, iglesia construida en el siglo V, en cuyo solar se inicia la edificación del oratorio o haram en el año 786. Ignacio Olagüe Videla en su célebre La Revolución islámica en Occidente (1974), supone por la arqueología que Abderramán I no habría construido nada, y que el templo primitivo ya contaba con el famoso bosque de columnas. Como, por su ordenación interior, éste no parece concebido para el culto católico o musulmán, puede que fuera edificado para el culto arriano.

Este primer edificio consta, en cualquier caso, de once naves naves longitudinales orientadas hacia el río Guadalquivir, cuya anchura es idéntica, a excepción de la central, que conduce al mihrab y las dos de los extremos. La central ligeramente más ancha que el resto y las laterales ligeramente más estrechas, aunque estas leves diferencias solo son apreciables en un plano. Estas naves constan de doce tramos o crujías que corren en dirección al muro de la qibla.

Arcos polilobulados y entrelazados en la Capilla de Villaviciosa
Los materiales utilizados son de acarreo: fustes de columnas y capiteles procedentes de construcciones y épocas anteriores romanos y visigodos, sobre los cuales se elevan pilares rectangulares de sillería que dotan de más altura al conjunto. Para darle estabilidad a este alzado se recurre a dobles arcos, de los cuales el inferior, de herradura, hace funciones de entibo, mientras que el superior, de medio punto, es el que soporta la cubierta. Este sistema, además de la alternancia cromática y material de las dovelas, rojas de ladrillo, amarillentas las de caliza, parece estar inspirado en el acueducto romano de Los Milagros de Mérida.

Hixén I
Terminó el patio o sahn y erigió el primer alminar. Este primitivo alminar, de planta cuadrada, fue más tarde derribado por Abderramán III quien construyó otro, luego parcialmente desmochado, y cuyos restos se encuentran actualmente embutidos en el campanario cristiano de la catedral. La cimentación del alminar de Hixén I fue hallada en el Patio de los Naranjos por Félix Hernández en el siglo XX, quién dejó marcada su ubicación en el pavimento y es hoy día visible.

Abderramán II
Según la historiografía clásica, el crecimiento de la ciudad habría determinado la necesidad de un oratorio (haram) con un aforo mayor para poder albergar más fieles durante la celebración de los viernes, por lo que este emir decidió la primera ampliación de la mezquita. Ignacio Olagüe Videla supone, además, que es a Abderramán II a quien debemos las obras que convertirían al templo arriano en mezquita. En cualquier caso, éstas se iniciaron en el 833, acabándose en el 855, bajo mandato ya del hijo de Abderramán II.

Para llevarla a cabo se derribó el primitivo muro de la qibla, cuyos restos son actualmente visibles en forma de grandes pilares, y se prolongaron las arquerías en ocho tramos o crujías más, con una longitud total de aproximadamente 26 metros.

Los elementos arquitectónicos son idénticos a los de la fase inicial: alternancia de dovelas en los arcos (amarillas de caliza y rojas de ladrillo) y utilización de materiales de acarreo, aunque como novedad se utilizaron algunos materiales labrados a propósito para esta ampliación, como los ocho capiteles novedosos denominados «de pencas». El mihrab, cuyos cimientos fueron encontrados en el subsuelo de la Capilla de Villaviciosa, estaba concebido monumentalmente con un arco de entrada sostenido por cuatro columnas y sobresalía al exterior del muro de la qibla. También este emir llevó a cabo una intervención en el patio, cerrándolo con saqqifas en los laterales que faltaban.

Abderramán III
La intervención del primer califa cordobés no afectó al interior del oratorio. Amplio el patio hacia el norte, razón por la cual el antiguo alminar fue derribado. El lugar donde se levantó dicho alminar está marcado mediante sillares de granito embutidos en el pavimento del Patio de los Naranjos, los cuales marcan la planta del mismo.

El nuevo alminar, el más alto de la ciudad, sería modelo para los minaretes almohades y los campanarios mudéjares. Este alminar se conserva actualmente desmochado y embutido en el campanario cristiano, aunque se conoce su alzado aproximado gracias al estudio de Félix Hernández Giménez y a las imágenes conservadas. Una de ellos podemos verlo en la enjuta izquierda de la Puerta de Santa Catalina. Otro, curiosamente, decora una campana de la época de los Reyes Católicos conservada en el museo arqueológico.

El nuevo alminar constaba de dos cuerpos decrecientes, ambos de planta cuadrada, coronados con una cúpula con yamur, la tradición barra con tres esferas insertadas. Ver recreación del alminar

Otra intervención destacable del Abderramán III fue el reforzamiento de la arcada de acceso al oratorio la cual se estaba inclinando debido al empuje extra añadido por la ampliación de Abderramán II. Superpuso a la original una nueva arcada, de más de un metro de grosor. Como resultado, puede observarse en el interior de la sala de oración que la primera arcada de las naves (allí donde no hay capillas perimetrales) es sensiblemente más estrecha que el resto.

Coincidiendo con el esplendor del califato, durante el siglo X se llevarán a cabo las más extensas intervenciones en la mezquita. Pero será la de Alhakén II la ampliación más bella y rica. El segundo día de su reinado encarga a su chambelán Chafar (o Yafar) las obras.

Se derriba el muro de la qibla de Abderramán II, del que también quedan restos visibles en la actualidad, y se amplía el oratorio en doce crujías más en el sentido sur seguido hasta entonces. Para mejorar la iluminación se construyen cuatro lucernarios con bellas cúpulas nervadas. El primero de ellos, previo a la macsura, lo ocupa actualmente la Capilla de Villaviciosa. Los otros tres se elevan delante del nuevo muro de qibla; uno delante del mihrab y los otros dos flanqueándolo.

Previos a la macsura aparecen nuevos arcos polilobulados y entrecruzados, y en las columnas se alternan fustes rosas y azules. Los materiales ya no son de acarreo, sino labrados ex profeso, con presencia de capiteles de pencas, una abstracción y esquematización de los corintios y compuestos del mundo romano y que derivarán en los de avispero que se pueden observar en Medina Azahara. Todo esto configura la unidad estilística del arte califal ya presente en Medina Azahara.

Otras novedades son el doble muro de la qibla, que facilita la conexión con el sabat y que permite que el mihrab no se límite a un simple nicho, sino que se abra como una pequeña habitación octogonal cubierta con una cúpula con forma de concha. La portada del mihrab y las cúpulas que lo preceden van recubiertas de mosaicos ejecutados por artesanos bizantinos enviados por el basileus cargados con trescientos veinte quintales de teselas.

Desde su advenimiento al trono (Al-Hakam II) se ocupó de agrandar la mezquita principal de Córdoba y fue esa orden la primera que dio... Para trazar el plan y fijar los detalles de los trabajos, se trasladó al lugar mismo de la futura construcción acompañado de los jeques y arquitectos que decidieron agrandar la mezquita desde la extremidad sur de la misma, hasta la extremidad del patio, añadiéndole así 11 naves...
En Chumada II (junio 965) fue acabada la cúpula que dominabe el mihrab, trabajo que formaba parte de las obras de ensanche de la mezquita.
Se comenzaron las incrustaciones de mosaico de tal edificio. Al-Hakam había escrito al rey de los rumíes y le había ordenado que le enviara un obrero capaz, a imitación de lo que había hecho Al-Walid ben Abd al-Malik con ocasión de la construcción de la mezquita de Damasco.
Los enviados del califa trajeron consigo al mosaísta y 320 quintales de cubitos de mosaico que el rey de los rumíes le enviaba de regalo...
En Muharram 355 (28 diciembre 969) hizo colocar la antigua cátedra al lado del mihrab y erigió de nuevo la antigua maqsura. En la quibla del ensanche hizo levantar una tribuna de madera...
La cátedra que hizo hacer Al-Hakam estaba incrustada de madera de sándalo rojo, de ébano, de marfil y de áloe; costó 35,705 dinares y se tardaron cinco años en terminarla. (Del Bayan al Mugrib, de Ibn Idhari. Citado por Julio Valdeón en Cuadernos Historia16).
Almanzor
Dado el continuo crecimiento demográfico de Córdoba, este hayib decide llevar a cabo la tercera y última de las intervenciones en la mezquita durante el siglo X. Su ampliación, que se realiza el año 988, es la más extensa de todas, afectando tanto al oratorio como al patio. Pero esta ampliación no hará hacia el sur como las anteriores, puesto que la cercanía del Guadalquivir lo impide. La expansión será hacia el este, para lo que Almanzor debió expropiar el cacerío que ocupaba la zona. Se construyen ocho nuevas naves que dejan descentrado el mihrab y el extendido muro de la qibla ya no es doble, sino simple. En los arcos la alternancia de dovelas es solo cromática y no de materiales puesto que todas son de piedra caliza, aunque pintadas de almagra las rojas.